6 de marzo de 2009

En cualquier ciudad como en Barcelona…

Las injusticias de Eva

Pongámonos en el supuesto que todas las historias de la Biblia son verdad. Digamos que nos creemos irracionalmente desde la creación hasta el martirio, de la separación de aguas hasta la ruta “arrástreme usted esa cruz”, del infanticidio hasta la famosa lavada de manos de Pilatos. Ignoremos por un momento el poder de la iglesia, las mafias papales, las riquezas, los vicios y las apetencias no carnales, válgame dios, de ciertos hombres de fe. Haced conmigo este esfuerzo porque en este gran supuesto nos toca poner la otra mejilla y la verdad, preferiría compartir el bofetón, que así duele menos.

Una de las cosas que tengo más claras en toda esta “cristiandad” es que aquellos que escribieron la Biblia iban a por nosotras. Tildadas de brujas, corruptas, manipuladoras, locas y un sin fin de adjetivos a cual más satánico, queda en evidencia que ser mujer nunca ha sido fácil, empezando por Eva… que injusto papel le dio la historia. Todo empieza en el paraíso, bien, no está mal. Arbolito por aquí, riachuelo por allá, animalitos, buen clima … bien, muy Disney todo … correcto.

¡Y aquí llega la primera injusticia! ¿Qué le dieron a Eva para vestirse? ¡Una hoja de parra! ¿me dicen a mí que ese santo varón construyo el mundo, los planetas, la luz, los animales, las plantas, y no se le ocurre nada más que darle a una mujer para cubrirse que una paupérrima y vulgar hoja de parra? ¿Os imagináis la cara de la pobre chica ante ese alarde de bondad divina?, en fin …

Segunda injusticia en mi modesta opinión, la compañía. La pobre Eva y su hoja de parra frente a un tío imberbe y sin ombligo, que aparte de tener poca conversación su único objetivo es convertirla en una especie de coneja dispensadora de humanidades por la gracia de dios... que desfachatez. Ante tal situación, y Eva que supongo yo que sería muy suya, hizo aquello que toda mujer haría:Salir por patas. Porque esto de ser la elegida está muy bien, que te quieran hacer la madre de la humanidad pues es de agradecer, pero que queréis que os diga, mucho jardín y mucho Edén pero eso de la hoja de parra…. La cosa ya no pintaba bien, los detalles, las mujeres nos fijamos en los detalles.

Y aquí llega la tercera y mayor injusticia de la historia divina. La expulsión del Edén. Dudo yo bastante que fuera Eva la que cayó en la tentación y provocara que ahora vivamos todos en este valle de lágrimas. Porque a esas debilidades, se rinden los hombres. Aunque también cabe la posibilidad, que visto lo visto, Eva pensara que de perdidos al río y ala! A pecar!.

Fuera como fuere, sea verdad o no, lo que sí es cierto es que desde entonces las mujeres vivimos a la sombra de Eva, pero ¿vivimos también bajo el yugo de sus injusticias? ¿es por tal legado que la mayoría de nosotras compartimos rasgos tan característicos como el sacrificio, la tolerancia al dolor y el más estúpido sentimiento de culpa por todo y por todos? ¿es acaso la injusticia el mayor exponente de la feminidad?

La complejidad de las mujeres, que tanto parece atemorizar a algunos hombres, es nuestro mayor tesoro. Somos lobas, madres, tercas, sensibles, observadoras, organizadoras, pacientes e impacientes y hasta puñeteras si cabe serlo, pero también somos poderosas. Las mujeres somos criaturas especiales aunque los hombres lleven criticándonos desde el año 2. Porque somos plenas por ser lo que somos.

Muchas mujeres de este mundo siguen pagando a modo de compensación la culpabilidad del gran pecado dejando que la historia, las leyes, las tradiciones y los hombres las conviertan en menos que ganado, en moneda de cambio o simplemente en sombras tras una tela. Sin embargo, como mujer que soy, mantengo la esperanza de que un día consigamos acabar con esta cansina injusticia, además, creo sin dudarlo, que fue Adán el responsable de nuestras miserias porque si hubiera sido Eva … ¡no se hubiera enterado ni Dios!