28 de abril de 2009

En cualquier ciudad como en Barcelona…

Los Pongo

Dicen que la inspiración viene de mano de las Musas. Etéreas mujeres que con su gracia otorgan al artista la puerta a la genialidad. Para Toulouse Lautrec eran las "coristas" del Moulin Rouge, para Renoir, las bailarinas clásicas y las mujeres en posiciones que por aquellos tiempos se consideraban “indecentes”, para Dalí, Gala y para mí… Susan Boyle.

La señorita Boyle, que a las Musas hay que tenerles un respeto, es inspiradora. Poco tiene de etérea es cierto, más terrenal no se puede ser, pero la adoro desde el primer momento en que la vi. Esos andares elefantinos, ese glamour distraído, ese cuerpo coetáneo a Las Tres Gracias, esa capacidad espartana y firmemente escocesa de soportar las humillaciones snobistas de los británicos y esa voz ¡Qué voz!. Les pasó la mano por la cara a aquellos que instantes antes se habían reído de ella, y no contenta con eso, creó un efecto mariposa que ha ido repartiendo bofetones a lo largo del mundo hasta convertirla en una diva, y a día de hoy, mi musa.

Tengo que reconocer que no soy una persona demasiado fiel en cuanto a compromisos inspiradores, y que a lo largo de mi vida, mis musos y musas han ido y venido sin previo aviso. Supongo que se debe a su deje terrenal y a que todo lo humano, al final, cansa.
Lo mismo ocurre con los amigos.

¿Quién puede afirmar que aún conserva a su mejor amigo del colegio? ¿Somos capaces de sentir con la misma intensidad años y años de amistad? Aquellos amigos eternos, aquellos hermanos del alma dejaron de serlo ¿Por qué? ¿Qué lleva al ser humano al despegue? ¿Al “ya nos llamaremos”?. Gracias al Facebook (sí, yo también he puesto un Facebook en mi vida) me he retrobado con amigos del pasado. Increíbles personas que en un momento dado significaron mucho para mí. Con algunas estreche lazos firmes y eternos en aquellos tiempos, con otras, era capaz de pasarme noches enteras riéndome a carcajadas. En mis 50 escasos amigos, se reúne gente de mi pasado y mi presente, gente a la que quiero y gente a la que quise. Pero ¿Qué lugar deben reocupar los amigos retrobados? ¿Es la importancia de un pasado común lo suficientemente poderosa como para devolverles el sitio que perdieron en tu escala sentimental? ¿En qué momento una persona se convierte en un Pongo? Y mis amigos presentes ¿Están condenados a ser los nuevos Pongos del futuro? y yo misma ¿de quien seré Pongo?

Quizá las personas no seamos tan distintas de los objetos al fin y al cabo y los Pongo sean la evolución lógica de la amistad. Una especie de enamoramiento y desengaño constante que nos convierte en víctimas de una inseguridad continúa a la que por necesidad o miedo acabamos llamando vida. Si es así, ¿Somos lo que somos gracias a la combinación de Pongos que hemos ido encontrando por el camino? ¿Aquellos que a lo largo de nuestra existencia nos han ayudado, o en su defecto, nos han enseñado a vivir? ¿Es la vida una sucesión de ferias de Pongos donde nos cogemos y nos soltamos atendidos a la necesidad del momento? ¿Pongo, luego existo?...

Sea como sea, sé a ciencia cierta que mi amor por Susan pronto terminará y que otra musa ocupará su lugar, así es la vida dirán algunos, pero llegado el momento, llegado el desengaño al que todos estamos evocados, decidme ¿Dónde la pongo?


1 de abril de 2009

En cualquier ciudad como en Barcelona…

La P… de peluquín (2ª parte)

Hará unos meses, quizá más de seis, escribí en este blog un artículo sobre que letra era la idónea para definir al amor. Deambulando por el alfabeto no halle ninguna más concreta que la P… de peluquín y así es como titule el post. Sin embargo, aquella reflexión no terminaba en una sentencia y abría las puertas al hallazgo de un amor que se pudiera capitalizar con una C… de Calvo.

Llevo tiempo observando y analizando al amor, incluido el mío, pero no encontré resultados que me condicionaran a pensar que el sentimiento pudiera liberarse de tan antiestética letra con la que yo misma le había bautizado. Muchas letras, muchos amores – pensaba- pero ninguno que me demostrará la fuerza de una C. Supongo que centralice en demasía el sustantivo universal y me olvide de otros amores, pero soy humana, y como todo hijo de vecino, yo también le pido imposibles al amor.

Sin embargo, decidí dirigir mis observaciones a otros amores más sectoriales y sin lugar a dudas, fue allí donde encontré lo que tanto tiempo estuve buscando. Lejos de la necesidad egoísta del amor hallé a mi amado calvo, en el mismo sentimiento, que llevado a los niveles más básicos de su significado, por no pedir, no pedía ni respuestas. Acostumbrados a la demanda, no nos planteamos la existencia de amores por llamarlos de alguna manera “naturales” que aunque carentes de exigencias no los son de reciprocidad. A lo largo de nuestra vida los títulos que vamos cosechando van aumentando, y lo que en su día sólo fue tu nombre, ahora comparte protagonismo con rangos evolutivos que te convierten en madre, tía, abuela o hermana de alguien. Esta línea de nombramientos es exponencial al tiempo y llenan tu corazón de este amor “natural” que acostumbramos a sentir por aquellos con los que compartimos sangre, cuna o destino. Pero, ¿Qué ocurre cuando aquel al que amas ya no puede darte nada?¿cuando no recibes nada por tu amor?¿Qué ocurre, por ejemplo, cuando una hija se convierte en madre, de su madre?.

Yo lo sé, lo siento y me emociona porque allí es donde está el Calvo Amor. El olvido impuesto sacude la línea de rango y pone del revés condiciones que nadie sospecho jamás que pudieran ser cambiadas. Y ahí está él, el AMOR, el auténtico. Muchos dicen que esta enfermedad es como nacer pero al revés, pero no es verdad. Aquel que durante tanto tiempo hizo alarde de su natural amor ahora te mira y no te recuerda, dejando a los que fueron destinatarios de su sentimiento agarrados al fino hilo de los recuerdos. Lo reconozco, tenía tan cerca de mí al amor ansiado que no le vi, supongo que porque nunca me había parado a observar las miradas, las palabras, la ternura, acogiéndome a la insulsa normalidad de la rutina. Pero ahora ya lo tengo. Una mujer me lo dio. Una que ama sin pedir respuestas, ni exigencias, ni compromisos porque la enfermedad del olvido le robó el amor de madre. Quizá dentro de cada uno este escondida esta capacidad para enaltecer el amor verdadero pero ella es hoy mi ejemplo, y tan sólo por eso, merece mi amor que se escribe, en estos momentos, con R … de respeto.
En cualquier ciudad como en Barcelona…

Un rayo de sol , wuo,wuo,wuo .... a mi corazón