23 de septiembre de 2009

En cualquier ciudad como en Barcelona…

Réquiem por Rosie


Vivo rodeada de pre y post padres. Una cantidad ingente de amigos, familiares y conocidos están de 3,5 o 6 meses, y en casos avanzados, ya tiene al sapito/ita en casa. No es que me importe, al contrario, me autoproclamo tía honorífica de todos los recién llegados y aquellos que aún están por venir con toda la ilusión que mi escepticismo alcanza.

Inmersos en esta espiral ilusoria y bien acompañados de Martinis, humo y madrugada, una asistente social, un fotógrafo y yo discutíamos sobre la franja temporal de los 2 a los 18 desde unos críticos 30. Y ya fuera porque uno los retrata, la otra les ayuda y yo los evito, no encontramos argumentos sólidos que nos hicieran enaltecer ninguna de las “maravillosas” cualidades de aquellas que dicen compensar tanta desilusión post epidural.

La nueva era de los quinquis ha llegado y el legado de El vaquilla ahora chatea, twittea, escribe cosas como “¿KDMS N M KS?” y toma la pastilla del día después. Yo he sido adolescente y hasta pre-adolescente si me apuras, pero a los 13 años las niñas éramos niñas y los niños, el enemigo. Mis padres nunca fueron mis “colegas” y en el instituto todos sabíamos que seríamos de mayores porque el “no sé qué hacer con mi vida”, eso, llegaba a los 40. Pues ahora ya no. El mundo acnético se ha vuelto loco. Los de 12 se visten como los de 15, los de 15 actúan como los de 18 y los de 18 hablan con la dejadez de los yonquis de los 80. Movidas aparte, lo que realmente determinaba la preocupación de todo aquel ir y venir de improperios era la gran duda de saber si eran los adolescentes los que perdían su infancia o si éramos nosotros los que nos resistíamos a abandonarla. ¿Son los adolescentes actuales precoces o es la resistencia que tenemos los de los 70 a crecer? ¿Somos una generación de treinta y tantos anclados en los diez y pocos?

Sin embargo, una de las frases que más me impactaron, aquella que dejó mi femenino corazón en un puño, fue la afirmación por parte de la profesional en estos menesteres de que en esta adolescencia actual las “mujercitas” vivían subyugadas a las decisiones, deseos y pseudo amenazas de los “hombrecitos” por voluntad propia. No quiero enaltecer a las feministas y sus extrañas convicciones de que el pelo es liberación, pero a lo largo de la noche no pude dejar de preguntarme en que habíamos fallado. ¿Puede ser que el exceso de libertad merme la revolución evocándola a un retroceso generacional del que conseguimos salir no sin importantes daños colaterales? ¿Que lleva a las futuras mujeres de mi mundo a ignorar el papel que hemos tenido las demás en su historia? ¿Qué ocurrirá si los pre-hombretones se dan cuenta de tal dejadez? ¿Somos nosotras las culpables de esta sentencia por haber permitido que se saltaran la edad de la inocencia para pasar directamente al plato fuerte de la madurez prematura? Sea lo que sea, lo que tengo claro es que tenemos una generación pérdida y que las caperucitas y sus respectivos lobos han vuelto, pero esta vez con la libertad sexual por delante y sin un triste leñador a la vista.

No obstante, ante mí tengo un elenco de orondas posibilidades de subsanación XX, XY. En ellos tengo puestas mis esperanzas para que todo este bypass generacional quede resuelto pero ¿tendrán las futuras madres de este mi futuro la lección bien aprendida o estamos ante un inevitable bucle histórico donde las mujeres deberán demostrar una y otra vez lo que nunca debimos ser? ¿Somos decididamente las mujeres el chivo expiatorio de una historia hecha por y para hombres? ¿Sirvió de algo la lucha? Agárrate al pañuelo Rosie, que vienen curvas.