4 de marzo de 2011

En cualquier ciudad como en Barcelona…

De aves y hombres

Quedarme paralizada en la butaca de un cine es algo que no acostumbra a ocurrir. Pero salir a la noche Barcelonesa sin poder articular palabra durante 10 minutos con tu compañera de trauma porque estáis en pleno estado de shock, eso sí que es algo que rara vez volveré a experimentar.

Supongo que la catarsis se acentúa por el hecho de ser un contexto como mínimo familiar y porque el tema a destripar, en este caso, es la perfección. La utópica perfección, que si a algunos lleva al extremo como sabia lección aprendida a golpe de fotograma, a los mundanos nos provoca un tenue deje de amargura. Por mucho que digamos que no existe todos la buscamos ya sea en nosotros mismos, de ahí la operación bikini, las tele tiendas, los masters, el secreto e Inditex, como en volcar su falta en los que nos rodean.

Ai hipócrita de aquel que no tenga en las personas compartidas un defectillo a pulir, una pullita que soltar o un reproche, aunque sea pequeñito, guardadito en el corazón. Queremos ser y que sean perfectos, queremos cambios y cambiar, queremos ser antes que estar y para ello no hay remordimiento si lo tildamos de amor.


Cambiante como el amor creo que es la perfección y de Rubens a Nolita tampoco han pasado tantos años, para que nos vamos a engañar. Lo que vale ahora pronto no valdrá y aquello por lo que bebíamos los vientos se convertirá en imperfecto a causa de la costumbre o el hastío, vete tú a saber. Aunque siempre quedará la esperanza de convertirlo de nuevo en perfecto. Siempre supe que Blancanieves era un poco facilona, que la bella durmiente lo que tenía era mucho cuento y que photoshop supera con creces a Lourdes, pero aún sabiéndolo, aún siendo consciente de semejante atajo de mentiras, siempre tengo que recordarme que lo que fue siempre será y que eso, es lo que me gusta.

El caso es que gracias a Chaikovski, al Enveloppé y a los espejos, una servidora ha tenido la terapia necesaria para verse tremenda y encantadoramente imperfecta, eso sí, un lago siempre será un lago y la piel … de cisne
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