4 de agosto de 2011

En cualquier ciudad como en… Barcelona

Tres horas y una verdad


Nunca he sabido gestionar demasiado bien el poder de la fe, es decir, que soy de mal conformar. La vida me lanza sin piedad torpedos vitales de madurez que resignados los demás, a mi me provocan unos rebotes prodigiosos por considerar, que ni el tiempo, ni el lugar son los apropiados. Sin embargo, llegan momentos donde nada puede evitar la masacre y ahí estas tu, rodeada de realidad en el lugar menos adecuado esperando que, por esta vez, no te estalle en plena cara, o en este caso, en pleno concierto.

Acudir a un concierto es una de mis válvulas de escape favoritas porque no existe lugar más políticamente correcto donde poder gritar, sudar y desafinar tanto como te plazca y si además es a buen ritmo mejor que mejor. No obstante debo reconocer que esta vez había algo extraño en el ambiente, un no sé qué que qué sé yo cósmico inquietante y eso no era más que la Realidad.

La primera vez que la note fue en el coche de camino al evento cuando, vestidas como rockeras de pro, gire el rostro 90º y por el rabillo de reojo vi la primera señal: La sillita del bebé. Donde antes habían trenchs, Marie Claires y muestras de Channel, ahora gobierna el trono del rey de la casa y juro haber visto a la Realidad sentada a su lado gritándonos ¡Conductora eres mamá, eres mamá! ¿Y tú? ¿Porque demonios tienes otro perro? ¡Ten un bebé! Ante semejante bofetada, me gire, subí el volumen y la ignore descaradamente.

Una vez dentro del concierto pensé que ya estábamos a salvo porque allí la Realidad no puede entrar por exceso de sueños y porque una vez suena la música trabajamos arduamente para volver a los 15 cuando entre yo y mis dos compañeros de delirio superamos el siglo. Pero no, porque si te sabes TODAS las canciones, reconoces todas las variaciones, acordes y bailes del directo y a la segunda canción ya tienes al páncreas pidiendo clemencia, chica has visto muchos conciertos y en consecuencia, los del escenario también.

Nunca está de más saber que la cirugía estética es como la alta costura, hay que saber llevarla. Y es que la línea que te separa de parecer un Basset Hound (ese es mi nuevo perro) de ser un cañonazo for ever es muy fina, y aquel día, en aquel concierto, tenía la variedad que no el gusto de semejante rotundidad.

Sin embargo, no fue la sillita, ni el botox, ni siquiera el planteamiento de los ejercicios de Kegel Como una necesidad al aterrizaje lo que me hizo detener mi sueño rockero en seco. Fue ella, la mujer de 40 años que de repente vi bailando a unos metros de mí. Pantalón al sobaco, jersey con hombreras, bolso cruzado y victorias como atuendo envolvían una pose lúdico-festiva de aquellas tan propias como diabólicas. Porque vamos a ver, separar ligeramente las piernas, poner el culo en pompa y levantar dos veces cada pie acompañando semejante aberración de una palmada a destiempo no es bailar!! Y es una desfachatez y un insulto a la humanidad usar la misma “coreografía” tanto para un rotundo Living on a Prayer como para Paquito el chocolatero!! Amos hombre. Saltar y gritar, saltar y gritar señora, inténtelo, se lo suplico, no es tan complicado.

Por suerte, no fui la única que en fijarse en aquello, y si en su momento S. y yo nos prometimos mutilarnos mutuamente si llegábamos a no vestirnos acorde a nuestra edad, esta vez el juramento fue sentencia a un veredicto de pena de muerte.

Dicen algunos que las niñas maduran antes y mucho me temo que de ahí deriva el problema ¿Por qué? ¿Porque las mujeres llegadas a cierta edad debemos acogernos al decálogo de la buena mujer adulta? ¿Porque en aquel concierto en realidad, sólo las mujeres nos cuestionábamos estar donde estábamos, y más aún, haciendo lo que hacíamos? ¿Porque a una mujer ya le vale y un hombre vive la vida?

A los varones la carencia de madurez les sirve para tildar de síndrome semejante liberación, ellos son solteros y nosotras solteronas. A mí se me pasa el arroz y él es como el buen vino. Si no tengo hijos me quedo incompleta dicen ¿y qué les pasa a ellos? ¿se les cae un huevo?. ¿Llegados a este punto debo tener fe en que la realidad me ponga en el camino recto de la madurez? ¿Qué ya está? Pues lo siento pero no. Casi siempre recuerdo muy bien cuantos años tengo y mi carnet de responsabilidades esta al completo, os lo puedo asegurar, pero a partir de ahora se me buscáis, no os olvidéis de preguntar por Pan… Petra Pan