16 de febrero de 2009

En cualquier ciudad como en Barcelona…

La Palabra Gominola no aparece en el diccionario… pero no importa.
Claudia


Como decía Neruda, puedo escribir los versos más tristes esta noche, porque ha muerto alguien a quien nunca conocí.
No hablé con ella, ni la vi y sólo cuando ha dicho fin supe su nombre, pero visitaba a menudo su mundo con la exigencia y la curiosidad de quien lo cree eterno. Y nunca me decepcionó. Me gustan sus Alicias, sus sirenas, sus amantes, sus geishas y sus colores que ahora la perduran por ser huérfanos, por ser ella.
Le robo una imagen para el recuerdo y a cambio, le doy una palabra, pequeña, pero sincera… Gracias.

http://mundogominola.blogspot.com/

5 de febrero de 2009

En cualquier ciudad como en Barcelona…

Cercanías Downtown

A día de hoy debe hacer unos 18 años que viajo en transporte público. Se dice pronto pero es casi media vida. Y que queréis que os diga, moverse bajo calle nunca es lo que parece.

Más que un simple transporte público, los pasillos y estaciones del submundo crean una ciudad paralela, una auténtica alegoría de estar por casa al más puro estilo Far West. Mi territorio sin ley se centra básicamente en la estación de plaza Cataluña que sería algo así como el Jackson Ville de cercanías. No es una gran ciudad como Sants City pero tampoco un pueblucho desértico como, por ejemplo, El Papiol Valley.

En esta gran llanura llena de diligencias, pasajeros y protagonistas anónimos, las prisas y la rutina se mezclan a diario hasta el punto de anular el sentido innato del espanto... que no del misterio. ¿Qué lleva al fosforito a convertirse en tan poderoso color? ¿que encierran las puertas de esos baños que disparan mi imaginación y convierte a tal cubículo en un nido de historias sórdidas llenas de tejemanejes subterráneos? ¿Porque hay una tienda de lencería “fina” al lado de una de chuches?¿Acaso es una rueda socio-comercial de dulzor, picardía y lascivia subgeneris que no alcanzo a percibir?

Otro de los grandes alicientes del submundo son sus habitantes. No los que como yo, pasamos absortos en nuestros propios pensamientos al ritmo del tic-tac. Me refiero a los locales, a los nativos, a los de toda la vida vamos. Ellos son especiales, irremplazables, porque sin ellos, Jackson ville nunca sería el mismo. Sus chalecos fosforitos, sus camisitas azules, sus pantalones suicidas, sus botas casi militares, esas barrigas llenas de poder y buena vida, esa pose pulgar vs pulgar atenazando fuertemente el cinturón… Los vigilante de seguridad son sin duda alguna los sheriff del submundo.
Con la ley y el orden en su mano escudriñan a los que osan transitar por su territorio intentando una vez tras otra reafirmar la dureza de su cargo y la carga de su condición.

Por suerte, donde hay sheriff hay villanos… como adoro a mis villanos de Jackson Ville. Para empezar todos les conocemos, todos menos los sheriff. Para ellos las mismas 5 mujeres embarazadas durante más de dos años debe representar el flujo normal de la reproducción subterránea, porque si no, no lo entiendo. Mis villanas siempre usan el mismo modos operandi y en consecuencia el resto de nosotros, también. Ellas despistan, nosotros nos agarramos el bolso, ellas empujan, nosotros las miramos con cara iracunda, ellas suben al tren, nosotros comprobamos que seguimos teniendo todo lo que nos trajimos de casa, lo que yo decía, rutina.

Otro gran habitante de este territorio es la barrendera cabreada. Por donde ella pasa nunca más vuelve a crecer la hierba. Escoba en mano y fosforito por chaleco sabe bien cuál es su función en este mundo y nada ni nadie la apartan de su misión. La gran dama de la limpieza es capaz de que 10 desconocidos levante sus pies a la par con una simple mirada, dejándoles desangelados y con el último resquicio de espanto que les quedaba, una vez pasada su escoba. Ella es de aquellas criaturas a las que jamás les llamarías de tú porque al verla las dos únicas palabras que consigues pronunciar son “si señora, si señora”.


El resto de habitantes pasan de lo mediocre a lo curioso sin poder por el momento bautizar a ningún Billy el niño, Calamity james o Toro sentado. Así que yo por el momento, seguiré en tal ociosa espera a que las diligencias lleguen a tiempo, a que el trozo de cartón deje de subir y a que los pregoneros dejen de ponernos a prueba con sus “disculpen las molestias”, pero supongo que tampoco se le puede pedir el paraíso al piso intermedio entre este y el infierno ¿verdad?