29 de octubre de 2008

En cualquier ciudad como… Barcelona

Todas Putas


Alguien ha decidido vetar a las putas del mundo, sus razones tendrá, digo yo. Pero a esas razones me gustaría unirle mis dudas porque poco se de putas y lo que sé, no es razón suficiente.

Estos últimos días he visto distintos reportajes sobre ellas, y si bien los medios de comunicación que me dan de comer a menudo se me ingestan por mentirosos, lo cierto es que en la simplicidad conceptual de su profesión a nadie se le escapa que hacen, como lo hacen ¿pero alguien se ha parado a preguntar porque lo hacen?

Para gustos los colores y para razones putas. Desde la tópica yonki a la remilgada score, se entrecruzan amenazadas, viciosas, ambiciosas y madres de familia, pero ¿Por qué? Saber porque un hombre las consume me es más fácil que entender que lleva a una mujer a la profesión y me sorprendo al entender que donde están ellas quizá un día este yo. No es imposible. Ninguna niña se acerca a su madre sonriente mientras le espeta “mamá, yo de mayor quiero ser puta”. No existe vocación por el venderse, pero ahora nadie las quiere, hipócrita moral será, digo yo.

Siempre he oído y ciertamente creído que hacen gran servicio a la humanidad. Animal civilizado entre las bestias, hay dos cosas de las que un hombre jamás podrá deshacerse: Su incapacidad logística, también denominada visión túnel, y la imperante necesidad de sexo. No digo que las mujeres no la tengamos, pero como para la gran mayoría el sexo no es una alternativa al aburrimiento, nuestra necesidad se espacia en tiempo tanto como la exigencia lo permite.


¿Qué sería de nosotras sin ellas?¿Acaso la mujer que se cree esposa de un caballero pensaría lo mismo si en la libertad de la cama este pidiera correa y bozal?¿Y aquella que alardea de que su Paco, su José o su luís son perfectos para envidia de las demás?¿Seguirían manteniendo semejante apelativo si tanta testosterona presa las contemplara como carne y disfrutara de sus oquedades sin más intención que el egoísmo? Pues ellas lo hacen. Y por eso en parte hay caballeros, comprensivos y hombres perfectos.

No os engañéis, no creo en utopías ni veo las cosas con la simplicidad que la inocencia provoca. Tampoco vivo cerca de ellas, ni comparto barrio, ni sufro los “daños colaterales” de su profesión, pero intento como mínimo creer que aún existe la humildad. La humildad de saber que quizá mi mundo no siempre sea igual, la humildad de saber que no es fácil, ni respetable, ni apetecible ser puta, pero lo son.

En un mundo como este donde la compra-venta intangible y emocional esta a la orden del día ¿Quién no puede considerarse puta si lo único que te diferencia de ellas es la mercancía?¿Qué diferencia tu tiempo de sus encantos?¿Tus desilusiones de las suyas? Todas interpretamos nuestro papel, todas nos vendemos por buenas razones, todas jugábamos a princesas mientras el destino se reía al saber que al fin y al cabo… todas putas.


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