26 de octubre de 2009

En cualquier ciudad como en Barcelona…

Del 1 al 21, Ingenuidad.


Dicen que 21 días es lo que necesita el cerebro para hacer de una acción concreta, un hábito. El pastor Will Bowen decidió aplicar esta teoría con sus parroquianos y propuso en sus sermones matutinos permanecer 21 días sin hablar mal de nadie, ni quejarse, ni criticar. Acabada la propuesta, envío a cada oveja a su corral y espero 21 puros y castos días para ver el resultado. Cuentan que después del celibato, los feligreses que se habían prestado al reto eran mucho más felices, más honrados y con mejor salud. Curioso.

Escéptica como soy y después de leer tan bella historia, decidí aplicarme el cuento e intentar durante 21 días gestionar, desde el punto de vista parroquial, dos de mis grandes defectos: El miedo a conducir y el pensar mal de todo el mundo. Así que aquí me tenéis, conduciendo entre temblores e intentando, y no sabéis lo que me cuesta, no fusilar mentalmente a las personas.

Debo decir que si bien el primer hándicap de mi vida evoluciona favorablemente y la decisión de no tener miedo al volante parece dar sus frutos, con la segunda parte de la terapia, la cosa no va tan bien como me esperaba. Porque me he dado cuenta de que si eliminas el mal pensar ¡te conviertes en una ingenua! ¡A mi edad! ¡Y con lo que me ha costado afinar el sentido! En fin, creo que entre el esfuerzo mental y los palos que me llevo, más que un hábito esto es una penitencia por cínica. Pero porque todo sea para ser más feliz, más honrada y con una salud de hierro, os presento un par de casos clínicos y su evolución, no vaya a ser que yo soy muy mía y además poco objetiva.

Caso 1
Localización: Tren con destino a Villa Lebou.
Sujetos: yo + parejita de enamorados (subespecie: Babosa-cariñosa).
Pensamiento Pre sermón Bowen: Si, si tú ves dándole besos a este gualtrapa que te va a salir el tiro por la culata. Si sólo hay que verle para saber que es un celoso posesivo y además gilipollas. (¡Eh! No cuenta como insulto porque es un pensamiento).
Pensamiento terapéutico: Mira como la quiere, que monos, que felices. Amor de juventud.
Realidad: El chico le decía con considerable cabreo a su “amada” que le prohibía ir al viaje de fin de curso porque seguro que allí, se liaría con cualquiera.
Resultado: 1-0 a favor de la cínica.

Caso 2
Localización: Otro tren, mismo destino.
Sujetos: yo + niña de unos 2 ó 3 años.
Pensamiento Pre sermón Bowen: Con lo cansada que estoy y encima la enana esta me va a dar el viaje.
Pensamiento terapéutico: que niña más bonita ahí sentadita con su mamá.
Realidad: 40 minutos de rabieta y gritos.
Resultado: 2-0 a favor de la cínica y unas ganas inmensas de meterle al cura yanqui el hábito por las nalgas.


Y podría seguir exponiendo casos en busca de segundas opiniones hasta cansarme porque si algo bueno te da la ingenuidad forzada, aparte de la cantidad de expresiones de sorpresa que eres capaz de combinar, es la certeza de que en mi caso, el cinismo es una cualidad mal entendida. Si es que la verdad, no sé porque me meto en experimentos clericales sin chichonera con lo fácil y predecible que es mi mundo con semejante don. Efectivo y curtidor frente a la desilusión ¿se puede pedir más?
¿Y qué hay de vosotros? ¿Os atrevéis con la teoría del 21?

P.D: Parroquia del pastor Will Bowen, algún lugar de América

Estimado señor Bowen,
Debido al trauma que sufro después de aplicar durante 15 días sus teorías, creo sinceramente que el bien pensar no está hecho para una persona de mis virtudes. Así que le mando mi renuncia a su experimento, guardándome los indecoros pensamientos que invaden mi cabeza hacia su persona para mi intimidad, que una puede ser cínica pero educada al fin y al cabo. Vaya en paz.

Atentamente
Ariel Lebou

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